viernes, 8 de octubre de 2010

Carta de un sacerdote a los periodistas

Abril, 2010

Querido hermano y hermana periodista:


Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.

Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.

¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en México mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños...

No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.

Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…

Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.

Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza.

Eso lo hará noble en su profesión.

En Cristo,

P. Martín Lasarte sdb

miércoles, 6 de octubre de 2010

Los dineros de los viajes papales: verdades e hipocresías

Escrito por Ecclesia Digital

martes, 05 de octubre de 2010

Influyentes medios de comunicación –bien por sensacionalismo fácil, bien por declarado o larvado anticlericalismo, bien por la suma de estos dos factores– cuando se aproxima un viaje papal intensifican su campaña en contra aduciendo los cuantiosos gastos que dicha visita apostólica va a reportar a las arcas públicas y a los mismos fondos eclesiales. Lo pudimos comprobar ya hace un mes con ocasión del memorable periplo de Benedicto XVI al Reino Unido, y ya «se calientan motores» en España, tanto para la visita de los próximos y ya inminentes días 6 y 7 de noviembre con destino a Santiago de Compostela y a Barcelona y, sobre todo, de cara a la JMJ 2011 Madrid y la presencia en ella del Santo Padre. Una vez más, la polémica está trufada de hipocresía, manipulación y mala intención.


En septiembre pasado fue el mismo Gobierno británico el que hubo de salir al paso de la campaña, recordando que una cumbre política internacional cuesta bastante más que un viaje del Papa y recordando que buena parte de estos gastos los sufragaban los católicos británicos. En las mismas nos encontramos ahora. La organización de la JMJ 2011 Madrid presentaba el viernes 1 de octubre (ver páginas 8 y 9) su proyecto de financiación para la Jornada. Las aportaciones de los participantes y las ayudas de las empresas y particulares serán sus dos principales fuentes de financiación. Los asistentes a la JMJ sufragarán, en efecto, dos tercios del coste del acontecimiento, mientras que empresas patrocinadoras y donativos de particulares cubrirán el tercio restante. Todo ello sin contar con la impagable e incontable en cifras aportación de los más de veinte mil voluntarios que colaborarán y harán posible el evento de modo ejemplar y altruista.

Por supuesto que las Administraciones Públicas están llamadas también a sumarse con sus infraestructuras, dispositivos y recursos humanos, profesionales, logísticos y técnicos. Es de agradecer la buena disposición que tantos las administraciones nacionales, regionales y locales están mostrando al efecto en Santiago, en Barcelona y en Madrid. Pero no conviene olvidar que estas instituciones son administraciones, esto es, recaudadoras y canalizadoras de los impuestos de todos los ciudadanos y contribuyentes, entre los que nos hallamos los católicos, que en España somos no menos del ochenta por ciento de ellos.

Pero aún hay más: antes de que los dineros empleados en los citados eventos produzcan sus frutos y beneficios económicos, ya han rentado, ya han sido y son rentables. ¿Quién puede dudar al respecto de la inmensa rentabilidad –si es que hay que hablar en estos términos – del Camino de Santiago, de la catedral compostelana, del templo de la Sagrada Familia de Barcelona y de todo el potencial de Madrid, ciudad de indudables y fecundas raíces y presencias cristianas y católicas? ¿Quién puede dudar de la repercusión y del impacto mediático en todo el mundo que volverán a adquirir estos lugares con ocasión de la visita del Papa y de sus mismas consecuencias de difusión, de divulgación, de extraordinaria campaña de imagen y hasta publicitaria?

En cualquier caso, el dinero nunca es un fin en sí mismo. El dinero, los recursos económicos, han de estar al servicio del bien común y, por supuesto, de la verdadera solidaridad. Y dicho sea con toda humildad –jamás desde la autocomplacencia – y siempre desde las más exigentes claves evangélicas del imperativo de la caridad, difícilmente se podrá acusar a la Iglesia y a los católicos de derrochadores y de no atender a los necesitados. Emblemática resulta a este respecto la jornada de oración, penitencia y limosna que el arzobispado de Santiago de Compostela ha convocado para la víspera misma de la llegada del Papa. Por no abundar, por citar otros ejemplos, en las numerosas iniciativas solidarias en torno a la JMJ 2011 Madrid.

Todo ello son argumentos y razones que avalan la verdad, la utilidad y la honestidad de los dineros destinados a los viajes papales, todo un don y una gracia –y no solo de carácter espiritual y pastoral – que, en absoluto, se merecen campañas falaces e hipócritas como a las mencionadas al comienzo de nuestro editorial. Los viajes papales a nadie se imponen, ni van contra nadie sino a favor de todos aquellos que los quieran a acoger. Y la experiencia, por cierto, dice que en España son la inmensa mayoría, una inmensa mayoría que debe ser respetada y apoyada.