miércoles, 6 de octubre de 2010

Los dineros de los viajes papales: verdades e hipocresías

Escrito por Ecclesia Digital

martes, 05 de octubre de 2010

Influyentes medios de comunicación –bien por sensacionalismo fácil, bien por declarado o larvado anticlericalismo, bien por la suma de estos dos factores– cuando se aproxima un viaje papal intensifican su campaña en contra aduciendo los cuantiosos gastos que dicha visita apostólica va a reportar a las arcas públicas y a los mismos fondos eclesiales. Lo pudimos comprobar ya hace un mes con ocasión del memorable periplo de Benedicto XVI al Reino Unido, y ya «se calientan motores» en España, tanto para la visita de los próximos y ya inminentes días 6 y 7 de noviembre con destino a Santiago de Compostela y a Barcelona y, sobre todo, de cara a la JMJ 2011 Madrid y la presencia en ella del Santo Padre. Una vez más, la polémica está trufada de hipocresía, manipulación y mala intención.


En septiembre pasado fue el mismo Gobierno británico el que hubo de salir al paso de la campaña, recordando que una cumbre política internacional cuesta bastante más que un viaje del Papa y recordando que buena parte de estos gastos los sufragaban los católicos británicos. En las mismas nos encontramos ahora. La organización de la JMJ 2011 Madrid presentaba el viernes 1 de octubre (ver páginas 8 y 9) su proyecto de financiación para la Jornada. Las aportaciones de los participantes y las ayudas de las empresas y particulares serán sus dos principales fuentes de financiación. Los asistentes a la JMJ sufragarán, en efecto, dos tercios del coste del acontecimiento, mientras que empresas patrocinadoras y donativos de particulares cubrirán el tercio restante. Todo ello sin contar con la impagable e incontable en cifras aportación de los más de veinte mil voluntarios que colaborarán y harán posible el evento de modo ejemplar y altruista.

Por supuesto que las Administraciones Públicas están llamadas también a sumarse con sus infraestructuras, dispositivos y recursos humanos, profesionales, logísticos y técnicos. Es de agradecer la buena disposición que tantos las administraciones nacionales, regionales y locales están mostrando al efecto en Santiago, en Barcelona y en Madrid. Pero no conviene olvidar que estas instituciones son administraciones, esto es, recaudadoras y canalizadoras de los impuestos de todos los ciudadanos y contribuyentes, entre los que nos hallamos los católicos, que en España somos no menos del ochenta por ciento de ellos.

Pero aún hay más: antes de que los dineros empleados en los citados eventos produzcan sus frutos y beneficios económicos, ya han rentado, ya han sido y son rentables. ¿Quién puede dudar al respecto de la inmensa rentabilidad –si es que hay que hablar en estos términos – del Camino de Santiago, de la catedral compostelana, del templo de la Sagrada Familia de Barcelona y de todo el potencial de Madrid, ciudad de indudables y fecundas raíces y presencias cristianas y católicas? ¿Quién puede dudar de la repercusión y del impacto mediático en todo el mundo que volverán a adquirir estos lugares con ocasión de la visita del Papa y de sus mismas consecuencias de difusión, de divulgación, de extraordinaria campaña de imagen y hasta publicitaria?

En cualquier caso, el dinero nunca es un fin en sí mismo. El dinero, los recursos económicos, han de estar al servicio del bien común y, por supuesto, de la verdadera solidaridad. Y dicho sea con toda humildad –jamás desde la autocomplacencia – y siempre desde las más exigentes claves evangélicas del imperativo de la caridad, difícilmente se podrá acusar a la Iglesia y a los católicos de derrochadores y de no atender a los necesitados. Emblemática resulta a este respecto la jornada de oración, penitencia y limosna que el arzobispado de Santiago de Compostela ha convocado para la víspera misma de la llegada del Papa. Por no abundar, por citar otros ejemplos, en las numerosas iniciativas solidarias en torno a la JMJ 2011 Madrid.

Todo ello son argumentos y razones que avalan la verdad, la utilidad y la honestidad de los dineros destinados a los viajes papales, todo un don y una gracia –y no solo de carácter espiritual y pastoral – que, en absoluto, se merecen campañas falaces e hipócritas como a las mencionadas al comienzo de nuestro editorial. Los viajes papales a nadie se imponen, ni van contra nadie sino a favor de todos aquellos que los quieran a acoger. Y la experiencia, por cierto, dice que en España son la inmensa mayoría, una inmensa mayoría que debe ser respetada y apoyada.

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