El Papa Francisco enumera quince «enfermedades de la Curia vaticana»
Día 23/12/2014 - 13.30h
El desconcierto inicial de los cardenales se transforma en agradecimiento
Poniendo el dedo en la llaga, pero sin tono de regañina, el Papa sorprendió a los cardenales y altos cargos de la Curia con un originalísimo discurso de felicitación de Navidad: la lista de las quince «enfermedades de la Curia», de modo que puedan hacer «examen de conciencia» y acudir al «sacramento de la Reconciliación».
En tono muy sereno, el Papa les habló durante veinte
minutos sobre cada una de estas patologías, añadiendo que se dan también
en las diócesis, las congregaciones religiosas, las comunidades e
incluso en los movimientos, no exentos del contagio de clericalismo.
Con claridad absoluta, pero también con buen humor y en un lenguaje coloquial, el Papa enumeró las enfermedades de «sentirse inmortal e insustituible»,
el «exceso de actividad», la «petrificación mental y espiritual», el
«exceso de planificación y funcionalismo», la «mala coordinación», el «Alzheimer espiritual» que lleva a olvidar el fervor de la primera entrega, la «rivalidad y vanagloria» de la gente soberbia, y la «esquizofrenia existencial» de quienes olvidan que están al servicio de personas concretas.
En el comentario de cada enfermedad de la lista, el Papa adoptó un tono severo solamente respecto a la «murmuración»,
que califico de «muy grave» e incluso de «terrorismo» por los destrozos
que causa. Respecto a la décima enfermedad, que consiste en «divinizar a los jefes y el carrerismo»,
el Santo Padre advirtió que no es sólo patología de aduladores sino
también de algunos jefes que intentan crear una dependencia psicológica
en sus súbditos.
Las cinco últimas enfermedades son la «indiferencia respecto a los demás», las «caras fúnebres»,
la «acumulación de bienes», los «círculos cerrados» o camarillas, que a
veces se crean por motivos buenos pero terminan rompiendo la unidad, y
el «provecho mundano» que se manifiesta en el «exhibicionismo» en los
periódicos, llegando a veces a hacer declaraciones falsas para lograr
más impacto.
El Papa mencionó antídotos para varias de estas
enfermedades, y se extendió respecto a la de las «caras fúnebres»
aconsejando a todos «una dosis de sano humorismo»,
riéndose de uno mismo para no darse demasiada importancia. Aconsejó
acudir a una oración que compuso santo Tomas Moro con este fin y confesó
que «yo la rezo todos los días. Me hace bien».
Al final, muchos cardenales y arzobispos estaban
desconcertados, pero no enfadados. Es más, la mayoría estaban contentos
de que alguien llamase por fin a las cosas por su nombre.
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